El broche: historia de un accesorio con elegancia eterna
- pbenrey
- 18 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 jul
Desde hace siglos, el broche ha sido más que un simple accesorio: ha representado estatus, elegancia y un refinamiento que trasciende generaciones. En las cortes europeas del siglo XVIII, los broches adornaban los vestidos de la nobleza, muchas veces incrustados con piedras preciosas y elaboradas con filigranas minuciosas. No eran solo ornamentos: comunicaban linaje, gusto y poder.
Desde esta época este tipo de adornos no fueron exclusivos para las solapas, servían también de adornos para faldas con usos que iban más allá que ser un objeto de decoración, servían también para llevar llaves, relojes o incluso estuches de perfume.
A lo largo del tiempo, las grandes divas del cine dorado de Hollywood e importantes personalidades adoptaron el broche como una pieza clave en sus estilismos, colocándolo estratégicamente sobre el corazón o al centro del escote. Era un símbolo de sofisticación, pero también de individualidad, pues cada pieza hablaba de la personalidad de quien la llevaba.

A lo largo del tiempo, las grandes divas del cine dorado de Hollywood e importantes personalidades adoptaron el broche como una pieza clave en sus estilismos, colocándolo estratégicamente sobre el corazón o al centro del escote. Era un símbolo de sofisticación, pero también de individualidad, pues cada pieza hablaba de la personalidad de quien la llevaba.

El broche se volvió un ícono de estilo clásico, y sin embargo, su historia nunca fue rígida. Ha evolucionado con las épocas, pero siempre manteniendo ese aire de distinción que lo hace tan especial. De lo ornamental a lo expresivo, este accesorio ha sabido contar historias sin palabras.

Hoy lo retomamos no solo con respeto a esa tradición, sino con una visión más libre y contemporánea. El broche vuelve, no como una reliquia del pasado, sino como un aliado moderno para contar quién eres, a través de lo que llevas puesto.



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